“No necesitamos su palabra, su energía y su severidad, sino su sabiduría cauta para observar, servir y acudir o retirarse. Debe adquirir una habilidad moral que hasta ahora no la exigió ningún otro método, hecho de calma, de paciencia, de cariño y de humildad.
Las virtudes y no las palabras son su mejor preparación.”